Leyenda el callejón del muerto

El callejón del muerto
El callejón del muerto – Leyenda Mexicana de terror

El Barrio de Analco es uno de los  más antiguos de Puebla (uno de los estados mas grandes de México), data desde los días de su fundación y es por eso que existen diferentes leyendas sobre el barrio, sus lugares y personajes. Acá les dejamos una de esas leyendas Mexicanas de terror conocida como la leyenda del callejón del muerto, para que la recuerden y esten atentos si un día pasan por alli.

Personajes:

  • Doña Julia Dominguez
  • Don Anastasio Priego
  • Asaltante
  • Doña Simonita

La leyenda del callejón del muerto

Eran las 3 de la mañana de un dia del año 1785,  cuando doña Juliana Domínguez, esposa de don Anastasio Priego,  representante de una familia acaudalada y dueños del mesón de Priego, comenzó con los dolores de parto y era necesario ir por la partera, doña Simonita.

Don Priego corrió por su sombrero, capa y espada y pidió a la servidumbre que fueran preparando todo lo necesario para el parto mientras él regresaba con la partera. Era una noche lluviosa y tormentosa, motivo por el cual algunos de sus sirvientes quisieron acompañarle, además porque siempre las horas de madrugada han sido testigo de asaltos y asesinatos.

Don Anastasio no quiso la compañía de nadie y se dirigió solo hacia la parroquia de Analco, que en aquellos tiempos era panteón, dirigiéndose hacia la calle de santo Tomás, hoy conocida como la 5 oriente. Por lo oscuro de la noche, iba iluminando sus pasos con una lámpara de aceite cuando lo sorprendió un asaltante que de forma violenta desenvainó su espada y se la puso en el abdomen al señor Priego mientras a gritos le exigía “el oro o la vida”.

Para esto, don Anastasio siempre se caracterizó por ser diestro en la esgrima, era tan hábil que pocos se animaban a retarlo, usando su habilidad,  dio un salto y sacando su espada con la rapidez de un rayo, la hundió en el corazón del asaltante, quien inmediatamente cayó muerto.

Con la prisa que tenía por buscar a la partera se olvidó de lo ocurrido y llegó hasta el hogar de ésta para luego juntos dirigirse a su casona, obviamente le platicó lo sucedido a doña Simonita. Pasaron por el puente de Ovando, evitando regresar por el mismo rumbo, cruzaron la plazuela de Analco y llegaron a su casa justo a tiempo para recibir a un par de gemelos.

Al terminar su trabajo, don Anastasio Priego acompañó de nuevo a la partera Doña Simonita a su hogar; más que por cortesía, fue por regresar al lugar del crimen donde encontró el cadáver rodeado de curiosos que oraban por su alma. A partir de ese momento, le empezaron a llamar el callejón del muerto.

Se cuenta que desde ese momento comenzó a aparecerse el fantasma del asaltante  a todo aquel que pasaba a horas no apropiadas, motivo por el cual don Marcelino Yllescas, vecino del lugar, mandó a hacer una cruz blanca y misas en su honor, para así calmar su espíritu.

Cruz blanca en el callejón del muerto
Cruz blanca en el callejón del muerto que envió a hacer Marcelino Yllescas

El tiempo pasó y el fantasma del ladrón siguió en el sitio hasta que una tarde de agosto, un hombre misterioso se acercó al padre Francisco Ávila en el templo de Analco, lo tomó del brazo y le rogó que le confesara.

El sacristán estaba por cerrar el templo, pero el padre “Panchito”, como le llamaban cariñosamente, al ver la necesidad urgente del hombre misterioso, pidió que dejara abierto y accedió a entrar al confesionario.

Pasado un buen rato, el sacristán entró a la parroquia; pero ni el sacerdote ni el hombre estaban ahí.

Al día siguiente, el padre Panchito faltó a su habitual misa de siete de la mañana; lo que llevó al sacristán y al párroco de la iglesia hasta la casa del padre Francisco, a quien encontraron gravemente enfermo de tifo y sumamente alterado.

Entonces, el párroco decidió confesar al sacerdote, quien aseguró que había dado la absolución a un hombre muerto desde hacía mucho tiempo, que “venía con permiso de Dios” a buscar perdón y descanso eterno.

Al día siguiente, el padre Panchito murió por la impresión de haber visto desaparecer a tal hombre, luego de recibir el indulto; pero su acción terminó con la pena de aquel asaltante, quien no volvió a aparecerse más, aunque el lugar de su fallecimiento siguió conociéndose como el callejón del muerto.

No obstante en la actualidad, aun hay personas que aseguran que al pasar por las estrechas paredes del callejón del muerto, juran ver una oscura presencia que les espía desde las sombras.

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