Las orejas del conejo es una leyenda maya que resulta ideal para los niños, ya que cuenta la historia de un conejito que se sentía insatisfecho con su aspecto físico, por lo que hace hasta lo imposible por lograr un cambio en él; sin embargo, al final se da cuenta que hay cosas más importantes.
Sin duda esta leyenda nos deja una enseñanza muy bonita, que debemos aceptarnos tal cual como somos y no compararnos con los demás. Y es que muchas veces deseamos tener algo, por el simple hecho de que alguien más lo tiene, y puede que eso no sea útil o ideal para nosotros.
👫 Personajes:
- El conejo.
- La lechuza.
- El dios de la montaña.
🐰 Leyenda las Orejas del Conejo
Esta leyenda nos narra la historia de cómo los conejos han podido cambiar su aspecto físico, ya que se dice que estos pequeños animales no eran como se conocen hoy en día, puesto que tenían unas orejas diminutas.
Aunque ningún conejo se sentía mal por su apariencia, había uno en particular que sí, y es de quien se centra la historia de esta leyenda. Este animalito cada vez que se observaba en las aguas del lago y veía a otros animales de gran tamaño, se sentía inferior e insignificante.
Un día, en medio de su tristeza, se encuentra a su amiga la lechuza y ésta le pregunta que porqué estaba en ese estado, que era lo que lo tenía tan decaído. El conejo le cuenta que no se sentía satisfecho con su aspecto físico porque era muy pequeño, y deseaba ser tan grande como un león o un elefante.
Ante esto, la lechuza le comenta que no debería lamentarse por eso, que lo ideal sería que se aceptara tal cual es, porque todos los animales son perfectos como son. Pero le aconsejó que fuera con el dios de la montaña, para que éste le pudiera ayudar con su cambio de apariencia tan deseada.
El conejo, muy entusiasmado, se dirige hacia la colina para encontrarse con el dios. Allí le comenta todo lo que le inquietaba y éste le dice que, para poder cumplirle su sueño de ser un animal más grande, le tenía que traer unas pieles de cocodrilo, de mono y de una culebra. Tras esa petición el conejo no dudo ni un segundo, y fue con sus amigos para ver si le podían otorgar sus pieles, a lo que todos accedieron.
Posteriormente hizo su camino de regreso para hablar con el dios de la montaña y entregarle lo que le había pedido. Al ver que cumplió con lo prometido, le dijo que por ser un conejo audaz le daría algo, que, aunque no era exactamente lo que quería, le sería de gran utilidad.
El dios se acercó al conejo y le tocó sus pequeñas orejas, las cuales comenzaron a alargarse de forma automática. Le dijo que con eso iba a poder escuchar mejor y le sería útil cuando haya enemigos cerca, permitiéndole de tal manera vivir más tranquilo y a salvo de cualquier depredador.
Aunque evidentemente no era lo que el conejo quería en un principio, quedó muy feliz y pensó que sin duda esa era una buena idea. A partir de allí nunca más se comparó con otro animal ni se inquietó por su pequeño tamaño, estaba feliz con lo que era.