Los tres pelos de oro del diablo

Los tres pelos de oro del diablo adaptación obra teatro corta infantil
Los tres pelos de oro del diablo adaptación obra teatro corta infantil

Esta es una Obra de Teatro infantil aunque los personajes que requiere hagan parecer otra cosa, “Los tres pelos de oro del diablo” es un cuento de los famosos hermanos Grimm que fue adaptado a obra para niños de 6 años en adelante.

Titulo: Los tres pelos de oro del diablo
Autor: Hermanos Grimm

Obra de 7 personajes

Personajes:

  • Presentador
  • El Rey
  • La Princesa
  • Juan
  • El Guardia
  • La Bruja
  • El Diablo

(La escena está vacía. Entra el Presentador).

– Presentador: Querido e ignorante público- y no es que os llame ignorantes, no- es que ignoráis la terrible historia que hoy se presentará ante vosotros y que nos llevará hasta el mismo infierno.

(Suena un trueno y el Presentador da un salto de puro susto).

– Presentador: Todo comienza en un reino en el que gobierna un rey malvado e injusto.

(Entra el Rey).

– Rey: ¿Yo malvado?, ven aquí que te voy a enseñar lo que es ser malo de verdad. ¡Ven aquí!

(El Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Vuelve a entrar el Presentador).

– Presentador: El rey era malvado con su propia hija, que creía vivir en el mismo infierno.

(Suena trueno, para susto del Presentador).

– Rey: (Que entra). ¡Estás aquí, cucaracha rastrera!, ya te enviaré yo al infierno.

(Trueno, los dos personajes quedan inmóviles un instante).

– Rey: ¡Ven aquí!

(De nuevo, el Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Entran la Princesa y Juan, cogidos de la mano).

– Princesa: Juan, hoy mismo le diré a mi padre el rey que queremos casarnos.

– Juan: A ver qué dice cuando se entere de que no te vas a casar con un príncipe.

– Princesa: No creo que vaya a enfadarse por eso…

– Rey: (Que entra). ¡Traición!, ¿qué brujería has usado con mi hija para que quiera casarse con un plebeyo cualquiera, un cara de sapo, un cobarde que no tiene dónde caerse ni vivo ni muerto?

– Princesa: ¿Papá…?

– Rey: Tu no digas nada. Ya hablaremos en el castillo. ¿Y tú qué dices alcornoque con orejas?

– Juan: Su hija y yo nos queremos.

– Rey: Y yo quiero más oro y ahora estoy hablando con un mameluco como tú.

– Juan: Haré lo que sea con tal de poder casarme con su hija.

– Presentador: (Que asoma por un extremo del escenario). Esto se va a poner feo. (Sale).

– Rey: ¿Lo que sea?, eso me gusta. (Ríe). Necesito oro. Añoro más oro. (Ríe). ¿Lo que sea, eh? Bien, sólo te casarás con mi hija si me traes tres pelos de oro del mismo diablo y un saquito de oro para pagar los gastos de la boda.

– Princesa: ¡Papá!

– Rey: Silencio, hija; que estamos hablando entre hombres. ¿Qué dices, patata famélica?, ¿te falta valor, verdad?

– Juan:  Para conseguir esos tres pelos, tendría que ir hasta la casa del diablo.

– Rey: Si, jovenzuelo; tendrás que ir hasta el mismísimo infierno.

(Suena un trueno).

(Juan y Princesa dan un salto en el sitio. El Rey ni se inmuta).

– Rey: Cuántas veces le habré dicho a tu madre que no pruebe las judías para desayunar. Vamos hija, este ratoncito tiene miedo.

– Juan: Iré hasta la casa del diablo y le traeré tres pelos de oro.

– Rey: Y un saco de oro.

– Princesa: ¡Papá!

– Rey: Hija, pareces una charanga de música; todo el día con el papá, papá, tararí, papá…
(Suena una charanga de música) ¡Silencio! (Se detiene la música). Pues ni una palabra digamos de más. Y dale recuerdos al diablo cuando le veas. ¡Vamos, hija!

– Princesa: Me gustaría despedirme de él.

– Rey: Cuando regrese de su viaje ya le dirás lo que quieras.

– Juan: Cuando regrese de mi viaje te querré aún más.

(El Rey coge a su hija de la mano y sale a rastras con ella, que hasta que sale no deja de mirar a Juan y éste a ella; ¡así es el amor!).

– Juan:  Y ahora hasta la casa del mismísimo diablo. ¡Menudo día!

(Sale Juan. Entra el Presentador).

– Presentador:  Nuestro amigo Juan caminó durante varios días. Su misión era ya de todos conocida, pues ya se sabe que la mala suerte de los demás corre de boca a oreja, aún más rápido que el viento. Tanto caminó que llegó a la frontera del país vecino…

– Guardia:  (En off). Tanto hablar, tanto hablar… Podrías ayudarme con la barrera.

– Presentador: Bueno, bueno; voy.

(Sale el Presentador y al poco entra con el Guardia y juntos arrastran una barrera roja y blanca, en la que puede leerse un cartel que pone “frontera”).

– Guardia:  Es que me obligan a llevármela a casa cuando termino el turno, para que nadie la robe.

– Presentador:  Juan está a punto de llegar. Me voy.

– Guardia:  Y yo me quedo.

(Sale el Presentador).

(Entra Juan).

– Guardia: (Tose para aclararse la voz). ¡Alto!, nadie puede entrar al País del Diablo.

– Juan: Es que debo pasar.

– Guardia: ¡Qué fastidio!, y yo no te puedo dejar pasar; ¿qué hacemos?

– Juan: Yo paso y usted no mira.

– Guardia: Sólo si resuelves un problema: dime por qué la fuente de la plaza de mi pueblo, de la que antes manaba vino, ahora no da ni agua.

– Juan: Cuando regrese de mi viaje te daré la respuesta.

– Guardia: De acuerdo, pero espera a que mire hacia otro lado. (El Guardia deja de mirar a Juan y observa la lejanía). Pasa ya, antes de que te vea.

(Juan levanta la barrera, pasa por ella y sale de escena).

(En cuanto sale Juan, el Guardia se pone a arrastrar la barrera para sacarla de escena. Entra el Presentador y lo ayuda).

– Presentador: Más rápido, que Juan está a punto de llegar a la casa del diablo.

– Guardia: Malo, eso está en el Valle del Infierno. (Suena un trueno). ¡Mal asunto, ya te lo digo yo!

(Salen ambos con la barrera).

(Entra una Bruja que arrastra dos sillas y mientras habla las coloca en escena).

– Bruja: Una bruja de mi categoría sirviendo a un demonio del tres al cuarto. (Sale y entra arrastrando una mesa con un mantel que llega hasta el suelo). Mi talento desperdiciado por este diablo que me esclaviza. (Tocan a la puerta). Adelante, narices de sapo, ¡que no soy la portera!

(Entra Juan).

– Juan:  Buenas, ¿está el diablo?

– Bruja: ¿Y para que demonios lo buscas?

– Juan: Debo arrancarle tres pelos de oro y llevarme un saco también de oro.

– Bruja: ¿Y para qué rábanos quieres los tres pelos?, con el saco de oro te sobra y te basta.

– Juan: Lo hago para poder casarme.

– Bruja: Otros le arrancarían los pelos al diablo para no casarse… ¡Vaya, una princesa afortunada!

– Juan: ¿Cómo sabe que amo a una princesa?

– Bruja: ¿Estás ciego, o qué?; soy una bruja; ¡y de las mejores!

– Diablo: (En off). Bruja tontaina, ¿dónde te metes?

– Bruja: Te ayudaré. Estoy harta de este demonio. Escóndete debajo de la mesa y procura que no te vea.

(Juan se esconde debajo de la mesa y al momento asoma la cabeza).

– Juan: Ya que estamos, ¿por qué no le pregunta por qué la fuente de la plaza de un pueblo, de la que antes manaba vino, ahora no da ni agua?

– Bruja: Esa tontería la se yo. Ya te contaré luego. Ahora escóndete.

(Juan se esconde debajo de la mesa. Entra el Diablo, su cabello es del color del oro).

– Diablo: Tienes que darme un masaje en la cabeza. ¡Vengo endemoniado!

– Bruja: Pon tu cabezón sobre la mesa y te daré un masaje que te hará sentirte como un ángel.

– Diablo: Caído. (Pone el Diablo la cabeza sobre la mesa).

– Bruja:  Si hijo, caído; la vida es complicada.
(La Bruja comienza a masajear la cabeza del demonio, hasta que éste comienza a roncar. En ese momento, de un tirón le arranca tres pelos que ella guarda en uno de sus bolsillos).

– Diablo: (Medio dormido). Ten cuidado, bruja maldita.

– Bruja: Duerme y ronca; que es lo único que sabes hacer bien. (Los ronquidos del Diablo resuenan por todo el lugar). Jovenzuelo, sal ya, antes de que despierte y te coma.

(Juan sale de debajo de la mesa).

– Bruja: (Saca los tres pelos de oro de su bolsillo y se los da a Juan, que se los guarda en sus ropas). Aquí tienes los tres pelos.

– Juan: Es usted muy amable.

– Bruja: De eso nada, soy una bruja; sólo te ayudo para fastidiar a éste. (Conjurando).
Oro, estoy segura; oro, y no basura. (Aparece por arte de magia un saco de oro). Y la respuesta a tu pregunta es sencilla: debajo de la fuente habita un sapo, que lo saquen de allí, luego alguna doncella medio cegata que le de un beso y de la fuente volverá a manar vino.

– Juan: Gracias.

– Bruja: De nata. Y vete antes de que me arrepienta, te convierta en chocolate y te coma cuando esté deprimida.

(Juan coge el saco de oro y sale del lugar).

(La Bruja coge las dos sillas y sale de escena con ellas. Vuelve a entrar y agarra la mesa y la arrastra, llevándosela; el Diablo cae al suelo y mientras se retuerce para levantarse, la Bruja sale con la mesa).

– Diablo: ¡Eres una bruja!, menudo batacazo me he dado.

– Bruja: (En off). Claro que soy una bruja, ¿qué quieres que sea, la princesita del cuento?; ven aquí, que te estoy calentando la sopa de rata que tanto te gusta.

– Diablo: (Mientras sale). Eres una maldita bruja.

– Bruja: (En off). ¿Y qué harías tu sin mí?, dime. Además, cada día estás más calvo.

(Sale el Diablo).

(Entra el Presentador).

– Presentador: Juan resolvió el problema del Guardia y su fuente, y regresó junto a la Princesa. Fueron felices mientras procuraban que nadie les tocara las narices.
Hasta el rey fue feliz, pues una noche, cogió el saco de oro, desapareció del palacio y nunca más se le volvió a ver. Dicen que escapó con una bruja.

Deseo que este cuentito os sirva para ser mejores, o al menos para no ser aún peores.
Adiós, que si espero, me desespero.

(Sale el Presentador).

Fin

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